13 de septiembre de 2010

Hasta que se pudo.

Escribo porque estoy orgullosa de mí. Te odio, nunca había estado tan feliz de odiar, de no querer, de allá eso, acá yo. Feliz, me siento liberada, suelta, lejos de toda esa maraña de amor-desprecio-nada. Soy libre, libre de ti, de vivir para ti y eso me causa una sensación de plena alegría mestiza con aires de libertinaje. Vivo para mí, por mí, exclusivamente para mí, ¿eso era lo que buscabas, no? ¿que viviera plenamente para mí? Pues lo hago, no me causas vértigo, ni emoción, ni culpa. No me causas remordimientos, ni lágrimas, todas las brote en tu nombre. Cuando te fuiste, yo morí, morí mil veces. Hoy renací, y no me importa ni tú, ni tu rostro, ni tu nada. Adiós vértigo, adiós a la eterna espera de un veinticinco o de un viernes por la noche. Ya no queda nada de ti en mí, y eso, eso me hace inmesamente feliz.

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