Es difícil evitarlo.

Te diré lo que nos queda, nos queda esto, una cama vacía con un atisbo de desconfianza, una caricia que quisiste dar que se perdió hace unos meses, una esperanza que estamos seguros que no llegará a nada, posibilidades tontas de quizá ver más allá de todo, una página para expresar mentiras, otra para expresar verdades, un poco de inocencia e ingenuidad para hacer sencilla la cosa, una cancioncita de la Diosa que se repite en tu mente y te da escalofríos, una pestaña intermitente en el fondo de la pantalla de tu computadora, un recuerdo de como fue todo, una nostalgia que quizá no es tan nostalgia, una mano amiga que te ayuda y la rechazas, una inercia constante y una depresión que no termina, la pestañita que no es intermitente en el fondo de la pantalla de la computadora, redundancia para enredarnos un poco más, un poco de vacío para equilibrar las cosas, algunas risillas tontas, tu mano acariciando la otra en busca de afecto, un abrazo para ti mismo que en realidad no es para ti mismo, unas que otras horas viendo directamente la pared de tu cuarto luchando por no estrellarte contra ella, un vaso de vodka y sangria que no te tomas para no destapar tu cordura (no locura), un celular con cero llamadas, cero mensajes, cero nada, un mensaje escrito en cualquier lado con letras mayúsculas que suplican "DAME FANTASÍA, TÚ, QUIÉN SEA", alguna que otra canción que te hace querer lanzarte por la ventana, la existencia que está abarrotada de agujeros, algo que canta "I shattered all the mirrors fearfully hoping that they won't be able to remember my face", amigos que no son tan amigos, millones de cicatrices feas que te recuerdan lo que de verdad eres, una venganza planeada para desvanecer lo que queda, si es que queda algo.

La falta de inspiración es bastante nauseabunda cuando se tiene esta mezcolanza casi agónica de recuerdos, emociones por demás perturbadoras, nos aferramos, no nos queda de otra, quizá por temor, a la vida. Tú, yo, verdadermente nadie más que mí misma.