10 de mayo de 2010

Y me vi frente al espejo...

A un millón de años luz vi tu rostro pintado en una flor marchita, a un millón de años luz, a un millón de años luz, y aun no lo lograba comprender. Luego vi el mismo rostro simulado de ira, con cuatro emociones y tres sentimientos, y solo decían: hola hola hola. Algo así como para comunicarse. Seguía sin comprender ese disparate de acciones, sólo me aburría, sólo me aburría, sólo me aburría.

Todo alrededor estaba pintado de blanco, aunque había negro, había azul, había gris y me di cuenta que era el cielo, no mis pensamientos. Voltee a ver los lados, para distraerme y había muchas cosas, todo era obsoleto, no había nada, solo había lo que debía haber. Solo eso, solo eso, solo eso.

Se encontraba un reloj cronometrado con alarma a las infinito, para estar despiertos a toda hora, también había un teléfono inmenso para hablar con tu vecino sobre los hechos ocurridos en el día de mañana pero no sobre los hechos ocurridos ayer ni anteayer, eso estaba prohibido, quise hablar un rato con mi vecina la ventana, pero estaba ocupada, estaba chismeando con las estrellas.

Después de tanta distracción absurda, estaba tu rostro, tu rostro, tu rostro, parecido al de él, parecido al de ella, parecido al mío, pero estaba completo porque estaba en mi casa. Mi casa me hace sentir completa. Eres mi hogar; estaba allá muy lejos, en lo perenne, sólo actuaba y no había nada, estaba en lo perenne, perenne, lo perenne.

Me confundía entre tanta luz, mis ojos no distinguían entre tanta magia, por eso los cerraba, por eso los cerraba, por eso los cerraba. Breve falta de oxígeno, titubeo, morisqueta en simulación de mi sonrisa y tu beso apasionado, y solo me concentre allí, no en este mundo loco, no en este infinito de colores.

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